Seguramente lo habrá notado. Seguramente habrá accedido en numerosas ocasiones a páginas web donde se le requería hacer cierta gestión administrativa, cierta operativa burocrática, etc. Una página web del Gobierno, una página de una gran empresa eléctrica, o un banco.
Y se habrá dado cuenta de esos detalles que hacen que la experiencia sea mala; por ejemplo un diseño que no renderiza bien en su teléfono móvil, o que la página ni siquiera responde en puntos determinados. Errores, fallos de diseño, lentitud y pésima experiencia de usuario, son algunas de las características comunes de este tipo de software.
La pregunta es obvia, y seguro que se le ha formulado alguna vez: ¿Cómo es posible que, con los recursos con los que cuentan muchas de estas entidades, su software sea en ocasiones tan «pobre«? El tema tiene muchos matices y debates posibles, pero la respuesta suele rondar sobre un concepto clave: El software es caro.
Sí, querido lector. El software es una obra de ingeniería, a menudo llevada a cabo por personas que cobran un buen sueldo como ingenier@s, y equipos perfectamente organizados para dar soporte a todas las fases del desarrollo, que son esenciales para que nuestra página (donde íbamos a realizar ese pequeño trámite burocrático), simplemente, funcione.
Y no me malinterpreten, amigos. No pretendo que nadie se acostumbre a utilizar software mediocre. Sino todo lo contrario.
Las entidades que tienen recursos de sobra a menudo no obtienen el retorno que desean cuando invierten la cantidad que necesita un software para funcionar correctamente. Interesa más, en ocasiones, «cubrir expediente» y salir mal, pero salir.
Es muy común que estos problemas ni siquiera vengan por culpa de las entidades. Muchas veces son las empresas de software las que incumplen con la calidad requerida. Y es que aquí también se «recorta». Haciendo el trabajo grueso con, a menudo, profesionales no lo suficientemente cualificados. Lo sé por experiencia, yo fuí uno de ellos.
Existen metodologías, formas de trabajar y perfiles profesionales que garantizan que un proyecto de software quede perfecto. Y es realizable si se invierte lo suficiente.
No debemos permitir que esto se convierta en la norma. Los usuarios necesitan y se merecen buen software. Las empresas que invierten millones en software, deben perseguir esa excelencia.
Debemos transitar hacia organizaciones e instituciones que garanticen y verifiquen la calidad del software, al igual que ya lo hacemos con la alimentación, la eficiencia energética, o cualquier otro elemento relevante cuantificable. Las pobres medidas para la protección de datos son solo parches para paliar problemas globales del software en general, sin entrar en el escandaloso campo de la seguridad, que da para otro post.